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JUNIPER

Ella era un ser peculiar, como tantos otros que suelen vivir escondidos entre páginas de libros.

Tenía un cabello albino, como hecho de nieve; cuando lo trenzaba parecía hecho de finas hebras plateadas de luz. Era cristalino, suelto y fino como la bruma.

Su mirada era penetrante como una noche sin luna, pero no era agresiva. Simplemente sabía mirar a las personas como desentrañando el misterio de su esencia; las miraba y al instante comprendía su naturaleza, lo que eran, lo que temían, lo que guardaban dentro de sí.

Ella vivía en una casa extraña en la que siempre era otoño y en la que siempre soplaba el viento. Una casa en la que nadie entraba jamás.

¿Por qué? Os sorprendería lo poco habituados que estamos a ver el mundo en movimiento; nos movemos nosotros, llevamos prisa, viajamos, pero nos asusta la naturaleza en constante cambio y necesitamos llenar el silencio para no escuchar lo que los objetos nos tienen que decir.

En cambio, Juniper La Bruja vivía de otra forma. Ella era "la que observa con quietud". Ella guardaba toda esa energía y la guardaba en su interior, como si la utilizara de combustible. Pensaba las palabras pero no sentía la necesidad de decirlas. Se movía con el viento, pero nunca en contra de él. No temía el rayo en el prado, la tormenta en el mar ni la caída al vacío.

Eso le confería un poder difícil de asimilar.

(Carillustration © Todos los derechos reservados)