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COTTAGE

El jardín de la casa de Edith estaba impregnado de una atmósfera que cualquier lector empedernido sabría comprender; se respiraba una sensación de "quietud viviente". Una pátina de luz bañaba los alféizares de las ventanas y un silencio cómodo reposaba en cada brizna de hierba.

Yo acababa de llegar a la casa y sólo podía comprobar una y otra vez la carta que tenía en la mano y releer la dirección garabateada en ella para cerciorarme de que no me había equivocado, de que ese lugar especial y mágico realmente me estaba esperando.

No había nadie alrededor, y sin embargo podía cerrar los ojos y sentir vida bajo mis pies, en el aire susurrante y en el discurrir del agua del estanque.

Siempre he tenido un sexto sentido para discernir la esencia de las cosas, al igual que Edith, quien habitó esta casa antes de mí.

Aquella casa, con su jardín, brillaba con la fuerza de todas las vidas que habían vivido en su interior con el paso de los años: décadas atrás fue escuela infantil, estancia de viajeros, estudio de científicos, retiro de artistas y poetas, hogar de familias. Ahora era mi momento de explorarla, sentirla y regalarle otra vida más.


(Carillustration © Todos los derechos reservados)